miércoles, 22 de febrero de 2012

El pozo (III)

Jou Trobo dejaba definitivamente el cuerpo. De nada habían servido los intentos de convencerlo de sus compañeros de departamento ni las recomendaciones de sus superiores ni las quejas de sus padres y hermanos y ni siquiera de su mujer, Winnie, Wonderful Winnie, como solían llamarla, o simplemente, el cuerpo. Jou Trobo dejaba a su mujer. Había pedido el traslado a la modesta comisaría de Miliuntont U.S., Utah, con la intención de dejar atrás para siempre la angustiosa opresión de la ciudad y las envidias y rencillas que ocasionaba la carrera de méritos. En Miliuntont U.S., una vez sosegado el revuelo ocasionado por el caso Henry Camel, del que finalmente se habían ocupado los federales y que ya tocaba a su finalización, estaría tranquilo. Tal vez tendría que dedicarse alguna vez a ayudar a parir a una vaca, tendría que intervenir en alguna ridícula disputa territorial entre vecinos, por unos metros más o menos, cuando allí las propiedades se medían en quilómetros cuadrados; pero nada de las miserias de la ciudad ni de tener que tratar con proxenetas ni traficantes ni mucho menos con sus cínicos e inmorales picapleitos. Tendría, eso sí, que ocuparse del buen mantenimiento de las condiciones de seguridad de los pozos de la zona y procurar que no volviese a servirse carne humana en la carnicería, pero contaría con la abnegada colaboración de su ayudante, Bill McArra, un chaval joven y enérgico, con aspecto de tipo duro, como es frecuente por esas tierras, y profundamente aliviado, sobre todo, como él mismo confesó, de la jubilación forzosa a la que habían obligado a acogerse a su anterior superior, Jim McTonic, por su alcoholismo y su negligente actuación en relación al caso Henry Camel.

            Cuando Jou Trobo tomó posesión de su nuevo cargo, las cosas ya estaban bastante calmadas, aunque no todos los aspectos del caso hubieran sido esclarecidos por completo. Había aún, es cierto, una unidad especial del F.B.I. tomando declaración a varios ciudadanos, y también se había establecido en la localidad un equipo de psicólogos que prestaban soporte a los diversos vecinos que sospechaban o sabían ya sin ningún género de dudas que habían cometido canibalismo involuntariamente, pero Jakie Stickm Oltbona, la principal sospechosa, ya había sido detenida, y la suposición de que tuviera algún cómplice se iba debilitando día a día.

            Jakie no soltaba prenda, fuera de su declaración, en que se autoinculpaba del crimen, y aunque la policía había examinado a fondo todas las pertenencias de Joseph Aro, el carnicero, no habían encontrado ninguna prueba de su participación en los hechos. Pensaban que Jakie no podía haber sacado a Henry del pozo sin ayuda, aunque la creyeran muy capaz de haberlo matado y descuartizado ella sola. Pero, además, persistía el problema de cómo nadie se había dado cuenta de que la carne que habitualmente vendía Joseph Aro había cambiado repentinamente de textura y de sabor, y de cómo era posible que hubiese llegado al mostrador y se mezclase con el suculento cordero que el carnicero acostumbraba a dispensar.

            La verdad es que incluso el descubrimiento del crimen fue casual. Henry Camel Assort pasaba unos días recorriendo a veces a pie, a veces utilizando puntualmente algún transporte público, el estado de Utah, tierra natal de sus abuelos, cumpliendo la promesa que les hiciera años atrás, cuando aún vivían. No fue difícil, por tanto, seguir su rastro cuando su hermana dio aviso de la desaparición. No había noticias de él más allá de la deshabitada Kelton, donde se había encontrado una camisa suya, tendida en una rama de un árbol seco, al parecer olvidada allí por Henry. Los rastreadores siguieron su camino hasta Miliuntont U.S., que estaba un poco más al norte, casi en la frontera con Idaho. Allí, la pareja de la policía federal que fue enviada al momento, al observar la incompetencia de Jim McTonic, descubrió el mismo día de su llegada un primer resto de Henry Camel. Se trataba de una de sus tibias, concretamente la de su pierna derecha, que el hijo menor de Ethan Gump, Forrest, utilizaba como flauta. El equipo de investigación no tardó en llegar y comenzar con los interrogatorios, sin ningún éxito al principio, hasta que un día, Jakie Stickm, por voluntad propia, se presentó ante ellos y confesó el crimen.
(continuará)

1 comentario:

Blancaneus dijo...

La historia no tiene "desperdicio", y por lo que parece el cuerpo del pobre
Henry Camel Assort, tampoco, que hasta de su tibia hacen flauta. ¿Y por qué el carnicero compra una partida de carne a la tía buena, y no a su proveedor habitual? ¿O es que ella cría corderos ? Interesante...Y se supone que Jou Trobo encontrará algo, ¿no?.