Había dejado pendiente, no por pereza ni falta de tiempo, sino por
pura perplejidad (tanta que me hace tartamudear con esta cacofonía de
bilabiales sordas), la publicación del siguiente soneto de Rafael. No me
decidía por ahorrarme el cierto embarazo que me provoca explicar las
condiciones en que me llegó, pero el comentario publicado ayer mismo por “Rafael”
me ha hecho reaccionar.
Las revelaciones de “Rafael” (las circunstancias obituarias del
quelonio, la subespecie a que pertenecía e incluso su nombre), como testigo de
primera mano, son enormemente valiosas, del mismo modo que los interrogantes
planteados, que reproduzco a continuación:
la variedad de especies y subespecies entre
los quelonios, invita a penetrar en una nueva problemática: ¿Puede Ramón (Testudo Graeca Ibera) proclamarse
"la tortuga" y representar entre otras especias a, por ejemplo, la
tortuga alligator, variedad de
tortuga carnívora, depredadora y acuática?
Así pues, no me disgusta de ningún modo la reticencia de “Rafael” a
aceptar mi interpretación («mi naturaleza se decanta más hacia la teoría
conciliadora de Leibniz/Blancaneus que hacia la supuesta duplicidad sugerida
por el Sr. Sanz») de los sonetos intercambiados con Mario Loppo, imposibilitado
como estoy de contrastar otras fuentes (salvo una milagrosa intervención de “Tere”
o del mismísimo Mario Loppo). Me preocupa, no obstante, y se entenderá el
interés personal que tengo en ello, el conocimiento de que la tortuga se llamara
Ramón, como un servidor, y no sé qué pensar.
A la espera de considerar detenidamente todas estas cuestiones, no
quiero demorar por más tiempo, sin embargo, la difusión del soneto de “Rafael”.
Antes, como anunciaba, quiero referirme a cómo ha llegado a mis manos, siquiera
brevemente y con la ayuda de un par de imágenes. Encontré el soneto en mi buzón. Un
papel blanco, como en la ocasión anterior, y también doblado, aunque en este
caso de un modo más elaborado, de forma que el folio, en un ejercicio de
papiroflexia inconcebible para mí, tenía la forma de una tortuga:
El soneto, de nuevo firmado por “Rafael”, que puede leer una vez
desplegada la tortuga de papel (que lamentablemente no he sido capaz de volver
a componer), responde al primero de Mario Loppo que publiqué, «Me sale qué sé
yo como del pecho», y continúa en la misma línea allegro... ma serioso de los anterioes:
Mario, tu pretensión de dar consuelo
me achica el corazón, me lo deshoja
como una margarita se despoja
del sí y el no del pobre amante lelo.
Yo valoro que cubras con un velo
mi lánguida aflicción, pues se me
antoja
que compartes el mal que me
acongoja
y lamentas que aquél se fuera al
cielo.
Fue un bicho, sí, fue un alma que, descalza,
en la gloria entrará, pues lo merece,
y aunque tan generosamente se alza
tu voz para paliar el mal que
crece
día a día en mi ser, tal
vez no alcanza
a borrar mi dolor; mas se
agradece.
Rafael