Como cada año más o menos
por estas fechas, Ramón desatiende sus ya de por sí inconstantes hábitos de
escritura y «retirado en la paz de estos desiertos» –recita–, « con
pocos, pero doctos libros juntos», se marcha y me deja al cargo de sus asuntos.
Me da que no se lleva ni un libro adonde quiera que vaya, que seguro que no es
el desierto. Pero lo que me preocupa es cómo componérmelas con todo esto. Deja
a medias el diario de ese curioso seductor, que quién sabe de dónde lo habrá
sacado –no me creo de ningún modo que sea, como él afirma, una pura invención–,
y que no pienso continuar, lo advierto ya de entrada. No ha terminado tampoco
su serie de sonetos sobre el soneto y, aunque me deja sus notas, yo no las
entiendo. Me deja fragmentos de una elegía en catalán, de la cual desconozco el asunto, y que espera –vanamente– que yo complete:
Torni als meus llavis la mètrica del persa
a recordar que el temps és la diversa
trama de somnis anhelants que som
que un Somiador desconegut dispersa.
[...]
Torni a afirmar que el foc no és més que cendra,
[...]
Torni el teu nom, oh Carmen, als correus
que et van veure arribar, somiar, somiar-nos
[...]
Y por último, su última entrada, una invectiva que no me atrevo a
juzgar contra un pobre periodista estudiante de latín y perseguido por la
justicia –qué culpa tendrá él de que escribir sin copiar sea tan difícil–, me
deja en un compromiso, porque no sé si el sujeto vendrá a buscarme lata de
gasolina en mano.
Me queda solo el recurso de la repetición. Y sé que eso es
imposible. Aquí fue donde una vez estuve, me leo en el futuro, pero ya no
estaré. Bien mirado, lo que soy, lo que estoy siendo, lo que me dejan ser, lo
que me dejo ser, ya ha sido, irremediablemente. Y como volveré a este punto, habré
hecho bien en no buscar más justificaciones. Me pongo a escribir y ya está, sin
pretensiones ni promesas.
Acudo entonces, más sereno, a un librito que tiene por aquí
encima Ramón, uno de los que seguro que no se ha llevado, uno de Edgar Brau, Woodstock, mientras pincho a Jimi
Hendrix
Porque se trata de celebrar, en verdad: la comprobación,
en la conciencia de esta atmósfera, de cuán fácil arcilla
son en realidad los hierros del mundo; el reingreso,
en los grandes carteles vacíos del firmamento,
de la escritura que ofrece al ánimo este augurio:
intacta está la sed, y en las manos, tan intacto, el cosquilleo
de acción de cuando nos confiaron esa vez las cosas,
de cuando nos confió esa vez lo mejor el secreto de sus
contornos.
Y mira: he aquí que nos alejamos, he aquí que nuestros
pasos
atraviesan ya la huella de aquellos días donde estuvo el
empeño.
Anda despacio: humillación recogerá siempre en este suelo
la irreverencia que se pretenda sin memoria.
De Woodstock
Naphta & Settembrini
Buenos Aires, 2005
(Tomado de la página
del autor, Edgar Brau, http://www.edgarbrau.com.ar/index.html)
Un recuerdo tan solo, que ni
siquiera es mío. Y así paso el día, que tampoco me pertenece, esperando
consumirlo sin memoria de todo lo perdido...