domingo, 22 de abril de 2012

Fuego y hielo


Los ejemplos de la poesía sobre el sueño son ciertamente numerosos y, entre todos ellos, el tema del sueño amoroso o erótico constituye un conjunto no pequeño.
Desde su origen, la tradición hímnica a la noche y al sueño aparece ligada al amor. La noche es tiempo propicio para el erotismo, «voluptatis comes et ministra», en el conocido Himno a la noche de Giovanni Pontano.

El tema no es del todo infrecuente en la poesía española de los Siglos de Oro. A Francisco de Medrano pertenece uno de los sonetos oníricos de mayor erotismo, que describe, no el recuerdo del cuerpo desnudo de la amada, sino la dulce confusión del despertar:

No sé cómo ni quándo, ni qué cosa
sentí, que me llenava de dulçura:
sé que llegó a mis braços la ‘ermosura,
de gozarse conmigo cudiciosa.

Sé que llegó, si bien, con temerosa
vista, resistí apenas su figura:
luego pasmé, como el que en noche escura,
perdido el tino, el pie mover no osa.

Siguió un gran gozo a aqueste pasmo, o sueño
–no sé quándo, ni cómo, ni qué a sido–
que lo sensible todo puso en calma.

Ignorallo es saber; que es bien pequeño
el que puede abarcar solo el sentido,
y éste pudo cabe en sola l’alma.

 Eros y Psique, Antonio Canova, Museo del Louvre

En la tradición española, sin embargo, lo erótico se desvía habitualmente hacia lo burlesco, eludiendo la descripción “seria” del acto sexual soñado. Cuando no, el sueño erótico aparece vinculado a toda una serie de ciertas oposiciones o inquietudes desasosegadoras, como la vida y la muerte (el sueño es «imago mortis») o la apariencia y el desengaño de la realidad. Es el caso del conocido soneto de Quevedo «Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño», en cuya red de tensiones contrapuestas se encuentra la intensa llama de su energía erótica, inseparable del vivo hielo del intelecto:

¡Ay, Floralba! Soñé que te… ¿Direlo?
Sí, pues que sueño fue: que te gozaba.
¿Y quién, sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?

Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,
cual suele opuestas flechas de su aljaba,
mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,
como mi adoración en su desvelo.

Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte,
que nunca duerma yo, si estoy despierto,
y que si duermo, que jamás despierte».

Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto.

viernes, 13 de abril de 2012

Los Bor de Liré

Encontrarse con los Bor no es difícil, si uno conoce sus itinerarios habituales por Liré, y si se tiene la paciencia y disponibilidad necesarias para persistir en la persecución de sus pasos.

La panadería a la que me referí en Orillas del Loira, el mismo castillo de la Turmelière, la oficina de la Poste (los Bor tienen periodos de una actividad frenética por lo que se refiere a la correspondencia con lugares tan dispares, y casi exóticos, como Cracovia o Reus, por ejemplo), los idílicos caminos de Liré y alrededores son lugares propicios. Si uno, además, conoce la situación exacta de su domicilio, las probabilidades de encontrarlos, claro está, aumentarán considerablemente.

La residencia de los Bor se encuentra en una calle inclinada, tanto de subida como de bajada, de doble dirección prohibida (salvo para los residentes), en una gran casa que los Bor comparten con otros dos vecinos. En el buzón no pone “Bor”, sin embargo, y por eso puede hacerse un poco más complicado identificarla correctamente. Pero es una casa de pueblo, grande, visiblemente reformada, y que hace esquina. Además, si los Bor están en casa, podrán reconocerse fácilmente sus vehículos: un enorme utilitario con problemas de suspensión (cierto que eso solo se aprecia con el vehículo en marcha y si uno tiene ocasión de viajar en su interior, con un Bor al volante), y un coche más pequeño, con eventuales dificultades d encendido, de color rojo o verde o fucsia o tal vez blanco.

Si todos estas precisas referencias no bastaran, siempre se puede recurrir a su identificación mediante la descripción física de los Bor, que desgraciadamente falta en la presente nota, o estar muy atento a lo que pueda escucharse por las calles de Liré.

No. No es que todo el mundo en Liré se dedique a hablar de los Bor (tampoco es un tema tabú: en Francia, patria de la democracia moderna, puede hablarse con total libertad, o casi, de cualquier cosa); me refiero más bien a la manera característica que tienen los Bor de hablar entre ellos. Si escuchan una conversación similar a esta (que adapto, en la medida de lo posible, del inclasificable francés original), no tengan duda, han encontrado a los Bor:

– ¡Hola bor!
– ¡Hola bor meu[1]!
– ¿Que me bieres?
– Bada bía bas
– Tricutricutricu   tricutricutriiií
– ¿Qué cantas?
– No sé. Tricu tricu.
– ¿Qué te basa, bor?
– Tengo hambre.
– ¿Vamos a tomar una cerveza antes de cenar?
– Y sueño
– ¿Y un baseo bortito?
– Y frío
– Bueno bor meu, pues la cerveza en casa...
– ¡Kurwa[2]! No hay cerveza.
– Bero, ¿me bieres?
– Bada bía bas.

El observador poco ejercitado puede, es verdad, hacerse una idea inexacta de qué, de cómo, de quiénes sean los Bor, pero no podrá ignorar su presencia, no podrá desatender su ternura ni continuar su camino sin reflexionar, sin querer saber más de los Bor.


[1] En catalán en el original.
[2] En polaco en el original.

miércoles, 11 de abril de 2012

Revelaciones


Ya hace tiempo me referí (en "Leer parodias de libros de caballerías también causa locura") al curioso "caso Jordi Bilbeny". Escribía entonces, no sin cierta diversión (mal disimulada):

Tantos años, tantos doctos volúmenes, tantas catástrofes (la desaparición de los bisontes, la explicación científica del rayo y la consecuente destrucción de tan hermosas mitologías, la sustitución del noble acero por toda una incivil mecánica de la muerte) y la evolución [...] nos devuelve al protosimio de donde procedemos. El lenguaje, en manos del primate, vuelve a ser caverna y sílex y gruñido. Y así, por ejemplo, el insigne filópedo Jordi Bilbeny, [...] profiere, entre otros mugidos, que Cervantes era catalán y que en esa lengua escribió realmente El Quijote. Toda su argumentación se basa en que en el Prólogo a sus Novelas Ejemplares, en la edición de 1613, [donde] el propio autor dice de sí mismo: "llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra". De este comúnmente, Bilbeny infiere que la censura española le impedía firmar con su verdadero nombre, que tenía que ser, según el mismo investi-ouija-dor, Joan Miquel Servent.
[...]
Este y otros excrementos (también eran catalanes Leonardo, Hernán Cortés, Santa Teresa, Velázquez, y otros muchos) pueden olerse en su página [...].

Arenys de Mar, donde nació el tal subsujeto (salvo que finalmente se demuestre que es extraterrestre), tiene derecho a tener su propio friqui, claro, como cualquiera otra población, y el pobre hombre a entretenerse con sus cosas y a tener toda una corte de sapiens ilegales que le hagan la ola. Lo que no parece tan razonable es que una cadena como TV3, que tuvo algún prestigio en el pasado (aunque sea para respetar su memoria histórica) incluya entre las informaciones de su, también prestigioso en el pasado, Telenotícies, en su emisión del mediodía del domingo de Pascua, la noticia de que uno de los compinches de Bilbeny, Lluís Maria Mandado, publica un “estudio” con el título de El Quixote va esborrar el Quixot, que pretende demostrar que Miquel de Cervantes se llamaba Joan Miquel Servent, que era valenciano, que escribió el Quijote en ¿catalán? y que el libro fue traducido después por un funcionario real (¡!) al castellano, aunque tan mal traducido (¡menos mal!, pensé, aliviado) que se dejó unas cuantas catalanadas desperdigadas por el libro (se dejó también algunos andalucismos, latinismos y vasquismos, entre otros, por lo que yo pienso que el funcionario real lo que tradujo de verdad fue una obra escrita originariamente en catalán, luego vertida al latín, pasada por la pluma de un jocoso autor de chirigotas gaditano y después por un bilbaíno que pasaba por allí), y que no pretendió hacer una parodia de los libros de caballerías sino una crítica de los castellanos (despectivamente manchegos, según el autor del estupro, huy, perdón, quise decir estudio).
Lo malo no es que TV3 de la noticia (aunque hubiera quedado mejor en el APM) sino que la introduzca así: “Lluís Maria Mandado revela en su libro...”. Cito de memoria, pero se utilizaba el verbo revelar (no ninguno de los más neutros argumentar, teorizar, exponer), que significa poner al descubierto una verdad que estaba oculta, y la información se daba sin ninguna matización, sin la exposición de ningún argumento contrario (es decir, todos los demás).
Yo utilizaba TV3 y el Canal 3/24 para la información, y las noticias de otras cadenas como Intereconomía o Tele 5 para la pura diversión. Ahora, pues, no me queda más que la diversión y los devaneos de la fantasía. ¿La información? ¡Qué importa! El mundo, telediariamente hablando, no es real.

lunes, 9 de abril de 2012

No he de callar, por más que con el dedo...


Así empieza la conocida Epístola satírica y censoria de Francisco de Quevedo:

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Parece que, siglos después, no ha cambiado tanto el mundo. El premio Nobel Günter Grass ha cometido, una vez más, el error de denunciar la hipocresía y escribir la verdad. Lo ha hecho en un poema, sobre cuyo mérito artístico no puedo opinar porque no conozco el alemán, donde acusa de "fanfarrón" al presidente de Irán (sin que eso haya levantado protestas visibles en Occidente) y de incautos a sus ciudadanos, engañados por su gobierno. Acusa al gobierno de Israel (no a los judíos) de poner en peligro la paz mundial, dice que las armas nucleares (no los judíos) son malas, y que el sentimiento de culpa de Alemania por el holocausto judío puede conducir al nuevo error de colaborar en otras atrocidades, esta vez auspiciadas en parte por el gobierno de Israel (no por lo judíos).

Günter Grass no se equivoca. Quienes intentan acusarlo de antisemitismo o desautorizarlo al recordar que el escritor, cuando era apenas un adolescente, simpatizó con el régimen hitleriano reproducen la misma estrategia incesantemente repetida por tantos regímenes totalitarios. Haber sido víctima no exime de actuar como verdugo. Por eso, y porque también aquí no siempre resulta cómodo ni indoloro decir la verdad, quiero reproducir aquí el poema, traducido, de Günter Grass:

"Lo que hay que decir"

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.

Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.

Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?

El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.

Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.

¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.

¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.

Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.

Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.

Fuente | El país
Traducción de Miguel Sáenz. El texto original en alemán se publicó el 07.04.2012 en el diario Süddeutsche Zeitung.

viernes, 6 de abril de 2012

Orillas del Loira

Liré, departamento de Maine y Loira, en la región de Países del Loira, es una pequeña localidad situada en las cercanías del Loira, en su margen izquierdo, a la altura de Ancenis y su admirable puente colgante. El núcleo principal de la población está dispuesto en la ladera de una colina en cuya cumbre se encuentran las ruinas del castillo de la Turmelière, donde nació Joachim du Bellay,

y el nuevo castillo (el tercero, en realidad, ya que del segundo solo queda la entrada), de finales del siglo XIX

La vista es espléndida desde lo alto de la colina, y el emplazamiento de Liré es innegablemente encantador, pero fuera de la curiosidad de visitar los pobres vestigios que fueron la residencia de Du Bellay, Liré no ofrece ninguna otra cosa de interés, salvo, y es muchísimo, la calma y el silencio que ofrecen las calles de su núcleo urbano o de las nuevas (y feas) edificaciones residenciales de los alrededores, tranquilidad que el mismo Joachim du Bellay ya evocaba en uno de sus más conocidos sonetos, del que improviso una traducción:

Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage,
Ou comme cestuy-là qui conquit la toison,
Et puis est retourné, plein d'usage et raison,
Vivre entre ses parents le reste de son âge!

Quand reverrai-je, hélas, de mon petit village
Fumer la cheminée, et en quelle saison
Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,
Qui m'est une province, et beaucoup davantage?

Plus me plaît le séjour qu'ont bâti mes aïeux,
Que des palais Romains le front audacieux,
Plus que le marbre dur me plaît l'ardoise fine,

Plus mon Loir gaulois, que le Tibre latin,
Plus mon petit Liré, que le mont Palatin,
Et plus que l'air marin la doulceur angevine.
Joachim du Bellay, Les Regrets

¡Feliz quien, como Ulises, ha hecho un largo viaje,
o como aquél que ganó el vellocino,
ha regresado luego, sabio y con experiencia,
a vivir con los suyos el resto de sus días!

¿Cuándo veré de nuevo humear la chimenea
de mi pequeño pueblo, y qué estación será
que contemple el jardín de mi pequeña casa,
que para mí es un reino, y mucho más?

Amo más la morada que alzaron mis mayores
que los solemnes muros de palacios romanos;
más que el sólido mármol la arcilla delgada,

más mi Loira francés que el Tíber italiano,
más mi simple Liré que el monte Palatino,
más que el aire marino la dulzura de Anjou.

Liré esconde, de todas formas, otros atractivos, solo observables si la estancia se prolonga lo suficiente como para conocer a sus moradores, verdadero tesoro del lugar. No hay felicidad semejante a la de intercambiar unas palabras con madame D., cuando nos la cruzamos camino de la panadería, siempre sonriente y amable, o con M., la habilidosa y simpática repostera de la misma panadería, una muchacha oriental entre cuyas manos florecen los más originales y exquisitos dulces imaginables, o con B., un joven atento y sencillo dispuesto siempre a la ayuda desinteresada, o los Bor, una curiosa pareja que... pero los Bor merecen que me refiera a ellos con más detenimiento. Otro día será.