domingo, 10 de marzo de 2013

Los premios (I)

De cuando en cuando dedico algún rato a leer convocatorias de premios literarios, no siempre con la intención de presentarme; muchas veces solo para recomendar alguno a un amigo. Pero hoy, incitado por alguno de estos motivos, he renunciado a la búsqueda y me he entregado a la pura diversión de leer esas cosas extraordinarias que pueden encontrarse en las bases de muchos premios. Casi al azar, recojo algunos fragmentos literales –se me excusará, eso sí, que omita piadosamente el nombre de los premios– de lo más peculiar, y que van desde la más manifiesta falta de ética a la pura estupidez (entre comillas siempre citas literales de las diferentes convocatorias):

1. Una cuestión esencial relativa a lo primero es la privacidad y el temporal anonimato de los autores:

“No se aceptarán seudónimos”, leo en uno. Bien, al menos esta es una actitud práctica: el jurado se evita el trabajo de abrir las plicas para conceder el premio a quien les dé la gana. Hace años, por ejemplo, me presenté a un concurso que sí exigía seudónimo y un sobre cerrado con los datos personales. Unos meses después de no ganarlo, empecé a recibir correos –hace años de esto y la comunicación unidireccional no ha cesado– con la convocatoria de nuevas ediciones del premio, fiestas y homenajes locales, aperitivos, desfiles de moda y todo tipo de eventos de lo más variado (y se trataba de un premio de cierto prestigio convocado por el ayuntamiento de una ciudad no menor).

2. La exigencia de obra inédita y original también es frecuente:

“Podrán participar, en cualquier modalidad, todos los trabajos poéticos inéditos que no hayan sido [...] publicados anteriormente”. Claro, eso es exactamente lo que significa inédito.

“El poema tiene que ser original e inédito. Por lo tanto, no puede haber sido galardonado anteriormente”. En cambio, inédito no significa esto.

Mayor problema, en cuanto a la originalidad, presenta este concurso:

“Podrán participar en este concurso todos los escritores, cualquiera que sea su nacionalidad, que presenten relatos de viajes originales e inéditos”. Si los adjetivos “originales e inéditos” concuerdan con “relatos”, nada que objetar. Lo malo es que parece que concuerden con “viajes”, y esto obliga a los autores a asumir riesgos importantes: la Tierra ha sido recorrida y relatada palmo a palmo, así que solo queda el espacio, y ya sabemos cómo le fue a la Teniente Ripley. Peligrosas criaturas voraces y sanguinarias les esperan a los concursantes de este certamen.

Afortunadamente, otros concursos, reducen prudentemente estos riesgos:

 “Los relatos no tienen por qué ser historias reales”. Sabia advertencia, que además amplía inesperadamente las posibilidades de la literatura, que uno podría confundir de lo contrario con la confesión o el reportaje.

3. Los temas de las obras admitidas a concurso son a menudo muy específicos. Una enfermedad determinada, la violencia de género, el racismo, “algún aspecto relacionado con el medio rural de la provincia” (es decir, que si uno escribe una fábula de rábanos, no pueden ser rábanos cualesquiera, sino los característicos de esa provincia, rabanalmente diferentes en color, tamaño gusto y textura de las hortalizas del mismo nombre que se cultivan en la provincia vecina).

Ninguna de estas exigencias temáticas me ha llamado tanto la atención como esta, no por la naturaleza del tema, sino por su obstinada delimitación, que no deja lugar a dudas:

“La temática de los trabajos que habrán de presentarse viene expresada por el propio nombre de este concurso: ¿Qué es para ti la ciencia? Los estudiantes habrán de narrar qué es para ellos la ciencia”. Ciertamente, no deja posibilidad para otra interpretación.

Sobre la materia argumental y el contenido de las obras que los concursos exigen a veces hay mucho más que hablar, y lo dejo para la próxima entrada.


1 comentario:

Pau Roig dijo...

Sempre d'agrair aquests comentaris tant reala.