De cuando en cuando dedico
algún rato a leer convocatorias de premios literarios, no siempre con la
intención de presentarme; muchas veces solo para recomendar alguno a un amigo.
Pero hoy, incitado por alguno de estos motivos, he renunciado a la búsqueda y
me he entregado a la pura diversión de leer esas cosas extraordinarias que
pueden encontrarse en las bases de muchos premios. Casi al azar, recojo algunos
fragmentos literales –se me excusará, eso sí, que omita piadosamente el nombre
de los premios– de lo más peculiar, y que van desde la más manifiesta falta de
ética a la pura estupidez (entre comillas siempre citas literales de las diferentes convocatorias):
1. Una cuestión esencial
relativa a lo primero es la privacidad y el temporal anonimato de los autores:
“No se aceptarán seudónimos”,
leo en uno. Bien, al menos esta es una actitud práctica: el jurado se evita el
trabajo de abrir las plicas para conceder el premio a quien les dé la gana.
Hace años, por ejemplo, me presenté a un concurso que sí exigía seudónimo y un
sobre cerrado con los datos personales. Unos meses después de no ganarlo,
empecé a recibir correos –hace años de esto y la comunicación unidireccional no
ha cesado– con la convocatoria de nuevas ediciones del premio, fiestas y
homenajes locales, aperitivos, desfiles de moda y todo tipo de eventos de lo
más variado (y se trataba de un premio de cierto prestigio convocado por el
ayuntamiento de una ciudad no menor).
2. La exigencia de obra inédita
y original también es frecuente:
“Podrán participar, en
cualquier modalidad, todos los trabajos poéticos inéditos que no hayan sido [...]
publicados anteriormente”. Claro, eso es exactamente lo que significa inédito.
“El poema tiene que ser
original e inédito. Por lo tanto, no puede haber sido galardonado anteriormente”.
En cambio, inédito no significa esto.
Mayor problema, en cuanto a la
originalidad, presenta este concurso:
“Podrán participar en este
concurso todos los escritores, cualquiera que sea su nacionalidad, que
presenten relatos de viajes originales e inéditos”. Si los adjetivos “originales
e inéditos” concuerdan con “relatos”, nada que objetar. Lo malo es que parece
que concuerden con “viajes”, y esto obliga a los autores a asumir riesgos
importantes: la Tierra ha sido recorrida y relatada palmo a palmo, así que solo
queda el espacio, y ya sabemos cómo le fue a la Teniente Ripley. Peligrosas
criaturas voraces y sanguinarias les esperan a los concursantes de este
certamen.
Afortunadamente, otros
concursos, reducen prudentemente estos riesgos:
“Los relatos no tienen por qué ser historias
reales”. Sabia advertencia, que además amplía inesperadamente las posibilidades
de la literatura, que uno podría confundir de lo contrario con la confesión o
el reportaje.
3. Los temas de las obras
admitidas a concurso son a menudo muy específicos. Una enfermedad determinada,
la violencia de género, el racismo, “algún aspecto relacionado con el medio
rural de la provincia” (es decir, que si uno escribe una fábula de rábanos, no
pueden ser rábanos cualesquiera, sino los característicos de esa provincia,
rabanalmente diferentes en color, tamaño gusto y textura de las hortalizas del
mismo nombre que se cultivan en la provincia vecina).
Ninguna de estas exigencias temáticas
me ha llamado tanto la atención como esta, no por la naturaleza del tema, sino
por su obstinada delimitación, que no deja lugar a dudas:
“La temática de los trabajos
que habrán de presentarse viene expresada por el propio nombre de este
concurso: ¿Qué es para ti la ciencia? Los estudiantes habrán de narrar qué es
para ellos la ciencia”. Ciertamente, no deja posibilidad para otra interpretación.
Sobre la materia argumental
y el contenido de las obras que los concursos exigen a veces hay mucho más que
hablar, y lo dejo para la próxima entrada.
1 comentario:
Sempre d'agrair aquests comentaris tant reala.
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