Hoy, 23 de marzo, es el Día
Meteorológico Mundial (todas estas cosas acostumbran a escribirse siempre con
mayúsculas, porque así hasta el más tonto, y sobre todo los más tontos,
entiende que es algo muy importante), he descubierto involuntariamente nada más
empezar a navegar por Internet esta mañana. He subido entonces un poco más la
persiana (aún estaba amaneciendo) y he podido advertir, con cierta decepción,
que la atmósfera no presentaba síntomas significativos de unirse a la
celebración: un cielo bajo y gris, efecto de las nubes litorales típicas del
cambio estacional. Nada de ventiscas, o de violentas tormentas tropicales, ni
siquiera un modesto tornado mediterráneo.
No es de extrañar, si lo pienso
bien. El jueves, por ejemplo, 21 de marzo, era el Día Mundial de la Poesía, y
pese a que me esforcé más de lo acostumbrado en observar y escuchar a mis congéneres,
no sospeché ni rastro de poesía hasta que, a punto ya de pasar la hoja del
calendario, pude disfrutar en casa de unos breves instantes de lectura.
Los llamados “días mundiales”,
al fin y al cabo, tienen esa función. Dan una oportunidad a diferentes
asociaciones o instituciones para conseguir (por usurpación) notoriedad por un
día, o para acreditar que se interesan en una cosa que en realidad no les
preocupa lo más mínimo. Ambos impulsos, el afán de una efímera gloria y el
ardid demagógico, han provocado la proliferación de días mundiales, hasta el
punto que cada día del año ya está mundializado, y en ocasiones más de una vez,
sometidos como estamos a la limitación de la órbita solar. Tal es el caso del
citado Día Mundial de la Poesía, que comparte cartel con el Día Internacional
de la Eliminación de la Discriminación Racial, el Día Forestal Mundial, el Día
Europeo de los Archivos y el Día Mundial de la Marioneta.
Más fácil lo tienen los pobladores
del planeta extrasolar Principia, situado en la constelación Hathi Near 17.
Para empezar, la órbita del planeta alrededor de su estrella, Única, es de 4132
días, lo que les permite disponer de un número de días mucho mayor que el
nuestro para dedicarlo a cualquier cosa. La otra ventaja la proporciona el nombre
del planeta, Principia. Aquí tenemos “días mundiales” pero allí tienen “días
principales”, con lo que sus habitantes conservan la facultad de dedicar otros
días a la actividad celebrada fuera del “día principal”.
De todas formas, la costumbre
de los días principales comporta también algunos problemas, como en la Tierra
la de los días mundiales, eso sí, con las diferencias derivadas de la idiosincrasia
del planeta. Pondré solo un ejemplo, aunque suficientemente ilustrativo:
La civilización de Principia,
sensiblemente más avanzada que la nuestra, decidió dedicar el día 6 del mes 66
al asesinato. La jornada anual fue llamada “Día Principal del Asesinato y la
Ejecución”. Dado el desconcierto que produjo en la población las posibilidades
que ofrece el adjetivo “principal”, las autoridades de la PONU (Principal
Organización de Naciones Unidas) decidieron legislar la excepción, convirtiendo
el día en único, en honor a su estrella, con lo que la fecha pasó a llamarse ya
en su segunda edición “Día Único del Asesinato y la Ejecución”. A partir de
entonces, los condenados a muerte solo podían ser ejecutados el 6 del mes 66 de
cada año, los ciudadanos de los diferentes Estados debían esperar siempre hasta
esa fecha para consumar los actos de venganza que implicaran la muerte de otro
semejante, los gobiernos solo podían declarar la guerra a otros países en esa
misma fecha, desplegando sus ejércitos y haciendo uso de sus armas solo hasta
las 24h de ese día, no pudiendo reanudar las operaciones militares hasta un año
después, y las revoluciones y sublevaciones independentistas quedaban
igualmente limitadas.
Al principio, a todo el mundo
le pareció bien, pero pronto se evidenciaron los inconvenientes. Al cabo de
cada larguísimo año de 4132 días, las cárceles estaban atestadas de condenados
a muerte esperando el aplazado cumplimiento de la sentencia, con lo que
acabaron proliferando los indultos, práctica que ocasionó furibundas oleadas de
indignación entre las asociaciones de víctimas. Por otro lado, aumentaron los
casos de depresión, dada la obligación de los individuos de reprimir sus ansias
asesinas particulares durante tanto tiempo. Y peores fueron, si cabe, las
consecuencias en política internacional, a causa de la imposibilidad de modificar
las fronteras salvo de forma desesperantemente parsimoniosa, de independizarse
o de acabar de un golpe con los gobiernos dictatoriales.
Al final, la PONU eliminó el Día
Único del Asesinato y la Ejecución del calendario, cosa que hizo de Principia
un planeta mucho más feliz aunque también más peligroso e inestable.
2 comentarios:
Sí, ocurre que pienso principalmente que..., y lo que no pienso principalmente, no sé cómo lo pienso, y quizás lo mejor sería una manera única de pensar, pero más bien no, con lo cual inventarse un planeta que se llamara El Anárquico, qué tal? No, mejor aclararse las ideas, o parecerlo.
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