Al conocido soneto de Lope
«Un soneto me manda hacer Violante», sobre el que volveré en entradas
posteriores, preceden otros en el tiempo, como decía en la anterior entrada
dedicada al «Soneto sobre el soneto». Entre ellos, suelen citarse especialmente
dos, uno de Diego Hurtado de Mendoza y otro de Baltasar del Alcázar.
El soneto de Lope guarda
claras semejanzas con el de Diego Hurtado de Mendoza. Si Chacón, el personaje
de Lope en La niña de plata, simulaba satisfacer la petición de Violante,
Hurtado de Mendoza ofrece, también fingidamente, su soneto a la “Reina”. No se
trata, sin embargo, más que de una excusa para construir un soneto, como en el
caso de Lope, que explica la sucesión de sus versos su propia elaboración:
Pedís, Reina, un
soneto; ya le hago:
ya el primer verso y
el segundo es hecho;
si el tercero me sale
de provecho
con otro verso el un
cuarteto os pago.
Si llego al quinto;
¡España! ¡Santiago!
¡Fuera!, que entro en
el sexto. ¡Sus, buen pecho!
Si del séptimo salgo,
gran derecho
tengo a salir con
vida deste trago.
Ya tenemos a un cabo
los cuartetos;
¿qué me decís,
señora? ¿no ando bravo?
Mas sabe Dios si temo
los tercetos.
Y si con bien este
soneto acabo,
nunca en toda mi vida
más sonetos,
¡ya deste, gloria a
Dios, he visto el cabo!
Entre otras
analogías, puede observarse, por ejemplo, que la salvación ante el reto llega
en un momento similar. Así, en los versos 7-8 escribe Lope: “mas si me veo en
el primer terceto, / no hay cosa en los cuartetos que me espante” y Hurtado de
Mendoza, también en los dos versos finales del segundo cuarteto, había escrito “Si del séptimo salgo, gran derecho / tengo a salir con
vida deste trago.”
El soneto de Baltasar del
Alcázar parte también de un pretexto de encomienda, a instancias de “Inés” en este caso (otra
ficción: “Inés” aparece en otros poemas satírico-burlescos del autor). Durante su desarrollo hace también referencia a la construcción del
soneto, pero su gracia está en que la promesa de revelación del “secreto”
anunciado en el primer verso y reiterada en el quinto nunca se produce. El
poeta hace gala, pues, de la ardua habilidad de no decir nada, tan cultivada a
lo largo de los siglos por innumerables profesionales de la literatura (cierto
que no siempre de forma voluntaria y consciente):
Yo acuerdo revelaros
un secreto
en un soneto, Inés,
bella enemiga;
mas, por buen orden
que yo en éste siga,
no podrá ser en el
primer cuarteto.
Venidos al segundo,
yo os prometo
que no se ha de pasar
sin que os lo diga;
mas estoy hecho,
Inés, una hormiga,
que van fuera ocho
versos del soneto.
Pues ved, Inés, qué
ordena el duro hado,
que teniendo el
soneto ya en la boca
y el orden de decillo
ya estudiado,
conté los versos
todos y he hallado
que, por la cuenta
que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés,
es acabado.
En este caso, las semejanzas
con el soneto de Lope, que sigue más el modelo de Hurtado de Mendoza que el de
Baltasar del Alcázar, se manifiestan especialmente en el terceto, donde Lope
escribía “Ya estoy en el segundo, y aun sospecho / que voy los trece versos acabando;
/ contad si son catorce, y está hecho.”
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