Si el soneto es la forma
poética más exitosa de las exportadas por el renacimiento italiano es también, junto al romance, la composición con más continuidad en español. Desde su
aparición, sus ejemplos se cuentan por miles no solo en la literatura española
sino en otras muchas, en una tradición ininterrumpida, aunque con oscilaciones,
que llega hasta nuestros días.
La pluralidad de variantes que
presenta el soneto en cuanto a su forma es un fenómeno característico de esta
composición. Ya desde su origen, por ejemplo, ofrece varias posibilidades de
combinación de las rimas de los tercetos e incluso oscila entre las dos y las
tres rimas. Pronto se incorporan el estrambote (o caudato) y doble estrambote,
además de otros añadidos que incrementan los catorce versos del soneto
petrarquista. También, en el mismo siglo dieciséis, se escriben sonetos con un metro
distinto del endecasílabo o se modifica la estructura de rimas, sobre todo en
Inglaterra, donde Spenser escribe incluso sonetos en versos blancos.
Las singularidades
mencionadas son solo una pequeña parte de las muchas que el soneto proporciona
ya en el Renacimiento. Siglos después, la diversidad de sonetos es tan grande
que su sola enumeración ocuparía más líneas que las que esta entrada finalmente
tendrá. Y lo mismo puede decirse en cuanto a la variedad temática. Quiero
ocuparme, por el momento, solo de los sonetos que tienen como tema el mismo
soneto, es decir, de los sonetos sobre el soneto, tanto de los que explican la
composición misma del soneto como de los destinados a la crítica o el escarnio
de otros sonetistas.
El conjunto de sonetos sobre
el soneto es ciertamente extenso y ya cuento con no reproducir ni una pequeña
parte de su inventario, ni siquiera entre los escritos en español, tanto por su
número como por la desigual calidad de sus realizaciones. De cualquier modo,
espero que los ejemplos escogidos constituyan una muestra representativa, y
cuento también con las incorporaciones de otras lenguas que los lectores puedan
ofrecer, ya que mi intención es dedicar varias entradas a la materia.
Comienzo, pues, con el
ejemplo más popular aunque ni de lejos el mejor –y ni siquiera el primero– de
los sonetos sobre el soneto, el conocido vulgarmente como «Soneto de repente»
de Lope de Vega, título que, tratándose de Lope, no lo identifica lo
suficiente, pues así es como escribió la mayoría de ellos. El soneto, además,
frente a la común creencia, no es un texto aislado sino que forma parte de una
de las comedias de Lope, La niña de plata,
Acto III, Escena IV –en el fragmento, además del célebre soneto, se aprecia una
no muy velada crítica al culteranismo–, que reproduzco parcialmente para situar
el poema en su verdadero contexto:
[...]
LEONELO Déjate de esos locos desatinos
y despierta a tu amo.
CHACÓN ¡Ah
señor amo!
¿Qué tienen esas rejas?
DON JUAN Hierro
tienen,
mármoles tienen de que están asidas.
CHACÓN Ea, ¿mas que se suelta la poesía,
que encajas aquí cualque soneto?
DON JUAN Si
entendiera acabarle, comenzárale.
CHACÓN Pocos
saben, Señor, cómo se acaban;
y así, verás sonetos milagrosos,
que entran con obeliscos y pirámides,
marfil, ebúrneo pecho, fuentes líquidas
y vienen a parar desustanciados.
DON JUAN ¿Has sido tú poeta?
CHACÓN Cuatro
veces:
la primera me dieron muchos palos;
la segunda vinieron cuatro curas
a conjurarme por maligno espíritu;
la tercera me echaron de la calle
por apestado y hombre contagioso;
y la cuarta, a la fe, gané unos guantes
con un soneto.
DON JUAN Dile, por
tu vida.
CHACÓN ¿Tendréis
paciencia?
DON JUAN Sí.
CHACÓN Va de soneto.
LEONELO Di
el sujeto.
CHACÓN En el mesmo está
el sujeto.
Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tanto
aprieto,
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me
espante.
Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso te voy dando.
Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.
LEONELO ¿Cúyo pudiera ser tal desatino?
DON JUAN Déjale hablar; mi pena se entretenga
de cualquiera manera.
CHACÓN Más
me holgara
de irme a acostar que entretener dos
locos.
DON JUAN ¿Hay cuerdos con amor?
CHACÓN Sin
amor, pocos.
DON JUAN Yo
me muero de amor.
CHACÓN Y
yo de sueño.
[...]
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