No me
avergüenzan mis actos pasados. Tampoco me enorgullecen. Son patrimonio de aquel
que fui y que ya no se parece a mí, por suerte o por desgracia.
Hace
años hice afirmaciones que hoy rechazo, refuté ideas que hoy comparto, escribí
palabras que hoy evito, libros que ahora me dejan indiferente. Una de esas
cosas que escribí y que ya no se parecen a mí y que incluso no recuerdo ni por
qué ni cómo pero sí dónde es el poema que hoy reproduzco aquí. Me lo pidieron
unos jóvenes estudiantes de Tarragona que no cayeron en la cuenta de que yo era
poco mayor que ellos, tal vez solo porque parecía más serio –en realidad más
serio de lo que parezco y soy ahora y mucho menos, me temo, de lo que intuyo
que llegaré a ser con los años– o porque había ganado recientemente no sé qué
premio literario.
Accedí
de buen grado porque me lo pidieron con infinito respeto, ya que ignoraban que
yo no compartía de ningún modo sus presupuestos poéticos. A mi vez, yo ignoraba
también los suyos, ya que me pedían escribir para el primer número de una
revista –finalmente el proyecto llegó a completar hasta un «Número 4»– cuyo
ideario aún no había sido concretado. Eran románticos, como corresponde a la
edad (es una fase que yo me salté, pero quién sabe si finalmente tendré que
tolerarla algún día, como la muela del juicio), y programaban actos en
consecuencia, como un curioso «cicle d’accions poètiques». Por el mismo motivo,
pretendían ser revolucionarios, y como suele ocurrir en estos casos, de un modo
algo exclusivo: «La poesia és latent: vol sortir de les gàbies on dia
rere dia resta en podrides biblioteques. La poesia és recerca, veritat, amor,
provocació, qualitats que la fan massa útil, massa alliberadora. I [Título de la revista] s’ha erigit com a
estandard [sic] de la resistència i
la llibertat de la literatura, de l’agitació moral i intel·lectual.»
Representaron un buen papel en la
anodina, cuando no institucionalizada –que es peor–, vida literaria de
Tarragona, hasta que el proyecto llegó a su fin por falta de financiación y de
implicación de las autoridades municipales, como suele ocurrir en estos casos.
En cuanto a mi contribución, que
se limitó a un poema en ese número inaugural, no tiene disculpa:
Qué
decimos cuando decimos
que se desvele la ficción, la
trama
de un verso y otro día y otro
verso,
que el amor sea sólo el amor,
no sus metáforas, sus énfasis,
sus representaciones,
que el alma se desnude con el
cuerpo
considerado en su ejercicio de
ternura,
que el tiempo y sus relojes
largamente ejercitados
sirvan para enseñar que la
memoria sólo guarda fragmentos,
reflejo incierto del ayer y
espejismo del presente,
aunque tal vez signo preciso del
futuro
por el eterno retorno de los
actos,
que en cada círculo completo de
cadáveres
no se defina el límite de nada,
que a la aventura le suceda el
orden
y que también el orden sea una
aventura,
que al recuerdo de un día sin
espacio
corresponda en el tiempo el
espacio de un beso,
que se quite la vida con la
muerte
como se quitan las penas con el
vino,
que tú levantes en mi sueño
la arquitectura de otra luz más
pura, de otro día más alto,
de una ficción mejor fundada,
y que brote un candor, una
emoción serena
del desatado peso de las nubes,
ya que sin lluvia la piel no tiene
cielo,
que cuando tu belleza,
descubierta, se mire en el espejo,
sepa yo el simétrico modo de un
gesto más humano,
y que tú comprendas mi más
privado vértigo,
que tú recuerdes siempre esta
concreta imagen de la nada,
que grites su latido, su
repetición más profunda y precisa,
que sueñes tener piel hasta
encontrarme vida,
que no confundas nada con su
espejo,
que encuentren tus ojos y tus
manos y tus labios la infancia de mi herida,
y que cualquier amor sea
una buena excusa para seguir la farsa.
2 comentarios:
"En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora, las mañanas, el centro y la serenidad".
J.L.B,
Buenos Aires, 1969. (con respecto a lo que escribió en 1923)
Exacto, como Borges, salvo por el desdén de sus palabras, que en este caso es verdadera acritud.
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