lunes, 24 de diciembre de 2012

Canción de invierno

Lo has preparado entre risas, imaginando ya el asombro divertido al otro lado del teléfono. Al final, no has podido dejar más que un mensaje en el contestador, pero pensar en sus efectos aún te hace reír más.

Él ha hablado primero, con ese tono que puede cambiar de la formalidad a la broma en un segundo, y que a ti tanto te gusta. Luego has acercado el leve peso de tu cuerpo joven al auricular, según lo pactado, aún en silencio, como quien quiere dar una sorpresa y sabe que nadie se la espera.

Todo ha salido tal y como habías imaginado, solo que unos días después. Las personas del otro lado de las líneas, a muchos cientos de quilómetros de cables, con misteriosas conexiones de por medio, con idas y venidas –se diría que como una metáfora perfecta de las dudas humanas, de las contradicciones que anidan bajo el pelo, los párpados, bajo la ropa, bajo el peso de ternura de un sombrero, alrededor del humo y de los gestos de las manos–, esas personas que hay al otro lado, sabes, no son muy hábiles ni muy rápidas a la hora de escuchar mensajes del contestador. Por eso os han oído tarde, días y versos y músicas y últimas hojas del otoño después. Pero han reído y se han emocionado al escuchar tus voces vuestra voz y se imaginan los tus pasos diminutos y las manos sí tus manos sí tu voz de niña fundamental que suena contra el tiempo y a propósito del tiempo. No en vano era una canción de cumpleaños y una canción no es un pájaro pero vuela también como una forma perfeccionada del aire y llega al fin a ese otro lado qué decir hasta detrás de la camisa donde anidan todos esos pájaros esperando sea lo que sea que seamos los humanos esperando esa canción de cumpleaños que permite un nuevo amanecer.

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Ves a la gente andar con los detalles últimos y apresurados en sus pasos, poco después ponerse el traje, la piel de fiesta y la sonrisa familiar, disponer los cubiertos dulcemente, todo por unos días de paz y de alegría, y tropezar, caer, y levantarse, a veces con esfuerzo, y proseguir, un día más y un paso y otro día.

Aquí los Bor, te dices, os decís, apenas si vestidos de dicha recién puesta, y a tantos abrazos de distancia de una y otra parte, y sin embargo sin embargo bajo las líneas de palabras que aquí yacen que aquí faltan, con adivinaciones del amor entre los dedos, tu casa ya no se parece a la palabra nunca, esperas invitados y por la nuca de las puertas trepa como un estremecimiento y una especie de oleaje tranquilo agita las paredes de la casa, pronto vendrán te dices nos decimos

nos extrañamos tanto verdaderamente que a mí me da no sé como por escribir estas palabras medio amontonadas y no tan claras como yo quería ni tan... y qué más da, emocionado, emocionado

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