La
Organización Mundial de la Salud propone la calificación de películas para
adultos de aquellas cintas en la que aparecen personajes fumando. Bien, bien.
Ya basta de pervertir a los jóvenes y de incitarlos a chamuscar su vida. Mejor
quemar el arte.
Ya
puestos, se podría hacer lo mismo con todas las películas en las que aparece un
político corrupto, porque estimulan el cohecho y el nepotismo, o en las que
alguien atraviesa una calle sin usar un paso de cebra, o se tira un pedo o se
mete un dedo en la nariz o si no hace los deberes cuando vuelve de la escuela.
Ya
puestos, retomemos la costumbre postrentina de mutilar las estatuas o cubrir
con hojas los genitales. Buena parte de los cineastas ya se han visto obligados
a esta autocensura.
Ya
puestos, desterremos otra vez de la república a los poetas.
Decorum, decorum. Merdam.
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