Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno
vacío.
Octavio Paz, «Elegía interrumpida»
Se dice que las regiones de la
verdad se extienden en los confines del mundo, en un páramo cenagoso poco
explorado y de difícil acceso, más allá de los territorios conocidos y rodeado
de inimaginables amenazas. Los exploradores le tienen miedo porque su légamo
engañoso y sus abismos insondables no ofrecen tregua al viajero; además, cuentan
que habitan allí toda clase de espantosos demonios. Sobre este asunto, circulan
innumerables leyendas, cada una de ellas con un matiz característico pero
coincidentes todas en la abominación. Algunas dicen que esas perversas
criaturas acechan sin ojos y escuchan sin oídos, y otras dicen que en realidad
se apoderan de los sentidos de quienes se aventuran en sus dominios y que infunden
quimeras en sus mentes y en sus labios y las propagan en una lengua cuyo sonido
es semejante al graznido de un cuervo sobre un busto de Palas.
Todos los expedicionarios
que han conseguido regresar del país de la verdad refieren historias extraordinarias;
muchos jamás han logrado volver, si es que llegaron siquiera a rebasar sus
fronteras, y los hay también que han perdido de forma irreversible la razón a
causa del incómodo asombro y del profundo vértigo de contemplar lo que apenas
aciertan a definir como una esfera infinita e inmóvil, a la vez susceptible de
ser observada de una sola vez pero cuya posición exacta es imposible de
determinar. Abundan, por otro lado, las narraciones fantásticas, prueba tal
vez, aunque resulte paradójico, de la existencia de esa cosa que llamamos verdad, aunque nadie sepa muy bien en qué
consiste. Son muchos los testimonios, por ejemplo, que la describen como un ser
que acecha detrás de cada idea, antes de que esta adopte una forma verbal apta
para ser comunicada, o como un monstruo de cien cabezas que se devoran entre sí
hasta que solo queda una de ellas; algo que arrastra el viento y se parece a
los balbuceos de los niños, de los locos y de los borrachos; algo que repta sobre la tierra anegada de sangre y que fluye oscura como ella pero en
sentido inverso, hasta el punto de contacto entre la mano del verdugo y la
herida; o se mueve inflexible como las agujas de un reloj en una fiesta de
disfraces, antes de que cese la música y aparezca el último invitado, cuya
máscara es la muerte; o se abate oscilando desde el cielo cerrado como un
pesado péndulo; o se oye como un cadáver latiendo bajo el suelo a cada paso del
intranquilo caminante, con la amenaza de arrastrarlo hasta la fosa ante
cualquier atisbo de mentira.
Gustave Doré, Inferno, Canto XXIII
Pero de vez en cuando hay
algunos –corre la voz que casi siempre del linaje montaraz de los misántropos− que
consiguen alcanzar los páramos de la verdad y atravesar por completo sus
desoladas ciénagas. Siempre se trata de un caminante solitario que ignora o no
cree para nada las habladurías, y como que mientras avanza se siente extrañamente
a salvo, porque la suerte a veces acompaña a los insensatos, y por primera vez
se tolera su presencia y sus palabras, es posible que llegue hasta el final sin
haber advertido el peligro, o tal vez, concedámoslo, no le importe en ningún
modo. Y de todos los que se aventuran a transitar por esos crueles territorios son
los únicos que no alimentan las leyendas con nuevas fantasías sobre seres
monstruosos y repugnantes, sobre alguna alucinación que se haya apoderado de
sus mentes, algo de la tierra o del aire, de este mundo o de otro. Para ellos
no existen los disfraces ni los relojes de la exterminación ni los péndulos
fatales ni los cadáveres delatores. Además, sea por una cuestión de fe o por
pura estupidez, nunca se los puede convencer de que en realidad han esquivado como
mucho, y momentáneamente, el infierno teológico, pero no el infierno terrenal.
2 comentarios:
Per sortir una mica de l'obscurantisme, "Discours de la Methode, pour bien conduire la raison et chercher la verité dans les sciencies"
Querida Blancaneus,
la verdad es que no entiendo la intención de tus palabras, así que de momento no puedo decir más que la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra filosofía.
Sin embargo, como no quiero dejar el tema sin respuesta, en breve nos ocupamos de Descartes, como sugieres, pero en otra entrada, por breve que sea.
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