Me molestan −es un decir−
esas personas para quienes los apellidos no existen. Pasa a menudo con los
escritores. Algunos lectores devotos que veneran a cierto escritor a quien han
leído línea por línea innumerables veces se refieren invariablemente a él como
Jorge Luis, Federico, Pablo. Tan familiar se les ha hecho su ausencia −nunca lo
conocieron, nunca lo vieron más que en fotografías, en la televisión, con
suerte formaron parte del público en una lectura, a lo lejos: solo lo han
leído, más o menos−, que lo imaginan acompañándolos, como Virgilio a Dante, en
sus excursiones al infierno, de las que solo es real el infierno.
Este martes murió Juan Gelman, uno de los poetas mayores de Hispanoamérica.
Curioseo por la red los numerosos homenajes y encuentro con facilidad más de
una docena en la que Gelman es simplemente Juan. Cualquiera que haya estado
enamorado alguna vez, cualquiera que haya sido víctima de los horrores de una
dictadura, cualquiera, en fin, que ceda a la tentación de conjugar en primera
persona esa horrible expresión, «sentirse identificado», puede tomarse esta libertad.
Yo, que veo a un «camarada» esencialmente como alguien con quien se comparte la
mesa, la munición y el gusto por cubrirse la cabeza con una boina a lo Che
Guevara me resisto a tales familiaridades. Además, como toda persona con buen
juicio, siempre he preferido ser alumno que ejercer ningún tipo de magisterio, y
por eso me gusta mantener ciertas distancias con mis maestros –tendré que
confesarlo al fin, soy un romántico−, entre los que cuento a Juan Gelman.
Eludo conscientemente, y no lo escondo, hablar del hombre y
de su obra. Otros más capaces ya lo han hecho y lo seguirán haciendo. Ahora,
una vez más, solo quiero volver a sus versos, que empezaron hablando del amor y
que luego, sin postergarlo nunca, se contagiaron de la desgracia del propio
autor y se preguntaron siempre sobre sí mismos y dialogaron con los versos de
otros. Tal vez, lector, contigo mismo:
NOBLEZAS
El poema es pálido y
noble.
No cambia nada, no
curva colinas, no
da una sola fruta
roja, ni
hace el ruido de
quien arranca
un pedazo de pan para
dar
un pedazo de pan.
Se acuclilla en un
rincón y
no se queja.
Vive en todo lo que
se alza
al aire y de nacer.
Ni pide que lo
visiten.
Le basta con lo que
no sucedió.
[del libro País que fue será]
NOTA
XXV
queridos
compañeros/moridos
en combate o matados
a traición o tortura/
no los olvido aunque
ame a una mujer/
no los olvido porque
amo/como
ustedes mismos amaron
una vez/¿se recuerdan?/
¿bellos andaban por
el aire?/¿y combatían?/
¿y el calor de una
mujer les asomaba
en la cara?/¿se
recuerdan?/me acuerdo
de haberles visto una
mujer brillar
en medio del combate
doloroso/
inmortales brillaban
ustedes
contra el
dolor/contra la muerte/
ahora que duermen
calladitos
y alguna sombra dulce
los tocara
acomodándolos mejor
contra los perros del
olvido
[de Notas]
NOTA
XXIV
a la derrota o ley
severa mi
alma sabió perder
respeto/te amo/
cruza mi alma la agua
fría donde
flotan los rostros de
los compañeros
como envolvidos de tu
piel suave
o lámpara subida
delicada
para que duerman
delicadamente
subidamente en
vos/llama que nombra
a cada sombra por su
nido/dicha
o soledad de fuego
para amor
donde descansen
bellos mis muertos
que siempre amaron
rostros como vos
donde tu rostro
avanza como vos
contra la pena de
haber sido/ser
[de Notas]
EN
LA CARPETA
Tomé mi amor que
asombraba a los astros
y le dije: señor
amor,
usted crece de tarde,
noche y día,
de costado, hacia
abajo, entre las cejas,
sus ruidos no me
dejan dormir, perdí todo apetito
y ella ni nos saluda,
es inútil, inútil.
De modo que tomé a mi
amor,
le corté un brazo, un
pie, sus adminículos,
hice un mazo de
naipes
y ante la palidez de
los planetas
me lo jugué una noche
lentamente
mientras mi corazón
silbaba, el distraído.
[de Gotán]
ARTE
POÉTICA
Entre tantos oficios
ejerzo este que no es mío,
como un amo
implacable
me obliga a trabajar
de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la
catástrofe,
cuando se abren los
brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad
hunde las manos.
A este oficio me
obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los
pañuelos saludadores,
las promesas en medio
del otoño o del fuego,
los besos del
encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a
trabajar con las palabras, con la sangre.
Nunca fui el dueño de
mis cenizas, mis versos
rostros oscuros los
escriben como tirar contra la muerte.
[de Velorio del solo]
2 comentarios:
¿Por qué lo titulas "Contra los perros del olvido"?
Es el último verso del poema de Gelman "Nota XXV", reproducido en esta entrada. Además, Gelman, por sus circunstancias vitales (su hijo y su nuera fueron secuestrados y asesinados durante la dictadura de Videla), dedicó gran parte de su obra y de su vida a luchar precisamente contra los "perros del olvido": el esclarecimiento de la suerte de los desaparecidos durante la dictadura.
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