Pese a los antecedentes de
Hurtado de Mendoza y de Baltasar del Alcázar, el «soneto sobre el soneto» de
Lope de Vega se convirtió de inmediato en el modelo aventajado de este tipo de
soneto, y lo sigue siendo. No es extraño, considerando que cualquier estudiante
de secundaria, y aun de la educación primaria (forma parte del reducido número
de textos en verso que constituyen los greatest
hits de la poesía en español, con la Canción
del pirata de Espronceda y el soneto «A una nariz» de Quevedo) lo conoce, y
su lectura forma parte indisoluble, precisamente, de la explicación de la forma
soneto.
El texto de Lope es hasta
tal punto popular que, además de los sonetos “serios” que parten de su ejemplo,
y de los que me ocuparé en próximas entradas, ha dado lugar a un buen número de
imitaciones que oscilan entre la parodia y el homenaje. De ellos ofrezco ahora
una reducida muestra, desigual pero no exenta de curiosidad:
1. El argentino Baldomero
Fernández Moreno (1886-1950) imagina la decepción de Violante al ver que Lope
le escribe un soneto, sí, pero no a ella sino al soneto mismo:
Cólera
de Violante
Cuando Violante vio
que en un segundo
Lope de Vega terminó
el soneto,
miró al maestro, que
sonrió, discreto,
y su pecho quedó
meditabundo.
El pecho de Violante,
un breve mundo
por un tajo partido
en dos, direto,
casi escapó del
regalado peto,
elástico como era y
furibundo.
Porque ella no quería
la acrobacia
de que dio muestras
el de la perilla
y la guedeja
montañesa y lacia.
Ella soñó el soneto
maravilla,
el que hiciera
inmortal toda su gracia
de ricahembra y
marisabidilla.
(Publicado originalmente por
el autor en el número 37 (abril de 1939) de la revista Nosotros como «Epílogo al soneto de Violante».)
2. En la misma línea, pero
esta vez en boca de la mismísima Violante (que no es Violante), la bloggera “Julia”
envía esta
RESPUESTA
DE DOÑA VIOLANTE A LOPE DE VEGA (Gerard Widemann, amanuense de doña Violante
Pardo)
No me eches tú,
Lopillo, tanto morro,
no creas que me
cumples mi deseo
hilvanando un soneto,
pues bien veo
que hoy la pluma la
llevas en el gorro.
No pienses que, con
verte, yo me corro,
o que estimo un
soneto un devaneo,
pues soy una mujer
que pienso y leo;
no trates de
engañarme hoy a lo zorro.
Ni pienses que, de
cierto, soy Violante,
ni me hables de
cuartetos y tercetos,
ni aún en dónde
colocas cada acento;
sé bien que lo que
cuenta, lo importante
es el decir, al fin,
de modo escueto
un concepto, una
flor, un sentimiento.
3. El porteño Alberto
Vacarezza (1888-1959) sustituye a Violante por su amigo Castillo, y escribe un
sainete y un soneto, todo en uno:
Un
sainete en un soneto
Un soneto me manda
hacer Castillo
y yo, para zafarme de
tal brete,
en lugar de un soneto
haré un sainete,
que para mí es
trabajo más sencillo.
La escena representa
un conventillo.
Personajes: un
grébano amarrete,
un gallego que en
todo se entromete,
dos guapos, una paica
y un vivillo.
Se levanta el telón.
Una disputa
se entabla entre el
gallego y el goruta,
de la que saca el
vivo su completo.
El guapo que pretende
a la garaba
se arremanga al
final, viene la biaba
y aquí acaba el
sainete y el soneto.
(De Cantos de la vida y de la tierra, 1944)
(El poema necesita tal vez
alguna aclaración a causa del léxico lunfardo que utiliza: grébano y goruta (‘tarugo’,
con la típica inversión de sílabas del lunfardo) son términos despectivos para ‘italiano’;
gallego es ‘español’; paica y garaba se refieren a ‘muchacha’.)
4. Otro porteño, Luis Alposta
(1937), lleva un poco más allá la parodia, dirigiéndose el soneto (con una
expresión menos marcada del lunfardo) a sí mismo (“un soneto me pide el amor
propio”) y convierte los fingidos titubeos de Lope ante la petición de Violante
en toda una duda existencial de fuente shakesperiana (verso noveno):
Un soneto me pide el
amor propio
y en mi vida me he
visto en tal apuro.
Si cuatro versos ya
me dan laburo,
antes de los catorce
será un opio.
De las formas no
quiero ser esclavo.
Además, sobre el tema
ya se ha escrito.
En el séptimo verso
lo medito
y no sé si plantarme
en el octavo.
¿Seguir o no seguir?
Ésa es mi duda.
Pues la cosa se me
hace peliaguda
al tratarse de
historia tan junada.
Pero ya falta poco, y
lo importante
es ahora encontrar la
consonante
y dar esta cuestión
por terminada.
(De Con un cacho de nada, 1986)
5. Como que no solo de
sonetos vive el hombre, ni este blog, transcribo ahora la nota introductoria al
soneto de Lope de una alumna de 3º de ESO:
“«Un soneto me manda hacer
Violante» es el título del soneto que Lope de Vega escribió con tan solo 16
años para su profesor Violante.”
Me niego rotundamente a
pensar que se trata de un error de la alumna (o de su libro de texto o de su
propio profesor) y rechazo con la misma vehemencia que su afirmación sea
explicable por un abuso de la fantasía. La cita merece no solo un lugar
preeminente en las antologías de homenajes a Lope sino en el Compendio
Universal de la Confusión: Violante, tal vez el primer travestido documentado
en la poesía española, es el objeto de deseo de un joven Lope de Vega homosexual,
antes del violento cambio de tendencia que lo convirtió en ardiente raptor de
jovencitas.
6. Por último, de “Agustín”,
de Murcia, leo en un foro un divertido soneto (no para Lope) perteneciente a la
categoría de respuestas de (la ofendida) Violante:
DE
PARTE DE VIOLANTE
Un soneto Don Lope me
ha enviado
y en mi vida he leído
algo más feo.
se conoce que el hombre,
en su deseo
de querer halagarme,
ha fracasado.
En lugar de ponerme
lo inspirado
que se suele escribir
en un correo,
va contando en pesado
sermoneo,
lo que lleva del
bodrio terminado.
Y lo malo es que
encima justifica
esa birria total, y
especifica
que fui yo quien
mandó tan mal enredo.
Pues lo niego del
modo más tajante,
y que sepa, de parte
de Violante,
que prefiero un
soneto de Quevedo.
3 comentarios:
Bona entrada. El darrer sonet és genial, em trec el barret davant el tal "Agustín de Múrcia"
Gràcies. Si no fos perquè l'autor del sonet es diu Agustín, és de Múrcia i el seu sonet és realment bo, jo mateix tendria moltes sospites d'aquesta predilecció per Quevedo.
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