martes, 22 de mayo de 2012

Me imagino la escena


La verdad es que estaba todo un poco oscuro. Luego Ramón me preguntó que quién, y yo que sí, y que de algunos ya no sé, pero que importa que muchos, y que bien. De lo que dijo el profesor aquel tan majo ya casi no me acuerdo, dijo algo

de forma, de tensión y significa
y de presentimientos ejemplares,
siempre siguiendo ritmos regulares
que –dice el profesor– siempre fabrica,

minucioso juglar, de mica en mica,
ya desde aquellas horas singulares
que fueron lluvia y hoy prodigios pares...
Y así siguió hasta casi el pica-pica.

            Algo entendí también de paradojas, y de ironía hermética, de todo lo demás no acierto el nombre. Después de la lección vino la práctica, en forma de lectura, mas tengo que advertir

que antes que el verso fue el reverso. Aclaro:
el vate hizo inicial, mas con juicio
(y dejó la dicción al don preclaro

de una voz femenina y con oficio),
la aclaración primera, aunque fue raro,
y la lectora confirmó el indicio.



            No apareció –y creo que muchos ya lo sospechaban– el doctor Màrius Llop, aunque se habló profusamente de él. Una apasionada lectora de poesía, me comentó el propio Ramón Sanz, se sintió doblemente apenada en relación a tan formidable, descomunal, inmoderada ausencia. No me decido a explicarlo, por temor a suprimir o añadir nada a la realidad, y prefiero solo transcribir la breve conversación. Por la misma razón, me excluyo totalmente como narrador:

[La escena se desarrolla en la mesa donde la presentación acaba de tener lugar y donde el autor atiende por turno a diversos lectores y amigos que se han acercado a saludarlo. La primera persona en acceder al autor, que en este momento no es autor sino actor, si es que no lo es siempre, es la apasionada lectora]

LA APASIONADA LECTORA: Me ha gustado muchísimo, y ya ves, ya he comprado el libro y vengo a que me lo firmes. Pero qué lástima, ¿no?
EL AUTOR: ¿Lástima de qué?
LA APASIONADA LECTORA: Del pobre doctor, claro. Entonces, ¿se quemó? Pero suerte que te dio a ti los poemas.
EL AUTOR  [Descolocado, intenta seguir la broma]: Ah...sí...
LA APASIONADA LECTORA: Pero de todas formas, tú los has corregido mucho, o has añadido, porque hay mucho, mucho de ti en este, ¿eh?
EL AUTOR: Es difícil de explicar. Desde cierto punto de vista, no he corregido nada, pero...
LA APASIONADA LECTORA: ¡Espera! ¡No me digas! ¿El doctor...?
EL AUTOR: Exacto, pero no te preocupes, hoy no vendrá.

            Ruido de copas entrechocando, abandonos discretos y aislados que rehúyen el más mínimo intercambio de palabras y aun de miradas, conversaciones animadas al fondo de la sala, que van dando paso poco a poco a calurosas despedidas... y en el aire un olor ligero de delgados aromas femeninos mezclado con –sé bien que no tiene sentido– otro más intenso como de neumáticos quemados y metales limados.

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