domingo, 11 de abril de 2010

Peso del fuego

Ya hace unos años que salió publicado La lluvia en los relojes. El libro pasó desapercibido (pero nadie rebaje a lágrima o reproche), a pesar del Premio Esquío, y aún no sé cómo tomármelo.
Hoy quiero recordar una de sus páginas, la que abre el libro, que se mueve en la metafísica escéptica, o más bien nihilista que dominaba por entonces las líneas que escribía:

PESO DEL FUEGO

Nada más excesivo que una rosa
en los ciegos jardines del recuerdo
y la mirada en el preciso instante
de cerrar una puerta para siempre,
pues al final todo prodigio cansa.
La flor no se marchita. Era ya muerte.
Las cosas no serán. Tienen lugar
en páginas del sueño o la memoria.
La luz no está en el aire. Es el recuerdo
de algo en el sueño ardiendo entre las manos.
Mas no se sale indemne de este fuego,
y la ceniza pesa, no es quimera.
La mano insiste en precisar la imagen,
con sus trazos cifrados. Sin embargo,
los signos dificultan el cadáver,
que es algo más que símbolo o metáfora.
Aunque por esta vez el muerto es otro,
entre animal y signo, hubo una puerta
y un sueño y una rosa, y es terrible:
esas cosas se dicen en pasado,
en un tiempo que es hoy y será nunca,
por mentirnos el nombre tantas veces.
No se puede vivir y no se puede
morir. Ya éramos otros desde siempre.

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