sábado, 28 de enero de 2012

Mario Loppo o la voluntad de ser, por Andrei Distrievich

Leo, con satisfacción estética y con algún desasosiego metafísico o existencial o simplemente intelectual (aquí caben todos los matices) o incluso filosófico (y aquí cabe todo eso y más: el fútbol, la cocina mediterránea, la deflación del pepino, etc.) el soneto de Mario Loppo “En mi imaginación no tienen peso...” publicado por Ramón Sanz en la entrada anterior de esta bitácora. Con placer estético, digo, porque es un soneto no carente de ingenio y que tiene su gracia (no es que sea gracioso, según cómo se entienda o, en realidad, si se entiende, es todo lo contrario, quiero decir que tiene sus cositas, su no sé qué), a pesar de alguna pequeña dificultad, como la imagen sugerida en los últimos versos, ese signo de interrogación que la mano dibuja en la espalda (“rastro inquisitivo”, “perpleja línea”) del a quien se dirige el poema.
Ciertamente, no carece de interés saber quién se esconde, o mejor dicho, a quién esconde el agente Loppo, bajo ese , si es que no es otro(s) el Quién por el que habría que preocuparse, y que los oculta a los dos (“¿Quién hay detrás de ti y de mí que no nos deja...?”, dice el soneto). Pero para no perdernos por ahora en saber quién es Quién, centrémonos en el tú. Si el señor Loppo hubiera escrito Lucinda o Galatea o Lisi o Amarilis, hubiera sido más fácil: con un nombre así, se encuentra enseguida a una persona. Lo entiendo, pues, como un soneto a una desconocida, descartando por completo la posibilidad de un destinatario masculino, si he de creer, y no tengo más remedio, lo que Ramón Sanz me cuenta del padre Loppo, que yo que tengo no sé qué briznas de curioso y de desear saber lo que se me estorba y impide, no conocí personalmente al reverendo Loppo pero me dice Ramón Sanz que no, que de desconocidos no quería saber nada, solo de desconocidas, que de las cosas mundanas no hablamos nunca Ramón Sanz y yo.
Un soneto a una desconocida, pues. Pero, ¿tenemos alguna pista de quién sea esa desconocida? Ramón Sanz me asegura que no, y yo creo lo que Ramón Sanz me dice, y dice que ni el mismo inspector Loppo no lo sabía, al menos cuando escribió este soneto, basándose en el cuarto verso: “¿podré saber al menos a quién beso?”. Así pues, la hipótesis, que me parece muy razonable, es esta: Mario Loppo desconoce a una mujer, la desmira de lejos y tal vez la desea, pero desconoce su nombre. Parece, además, atendiendo al segundo cuarteto, que a ella le sucede lo mismo: “yo −Loppo− estoy preso / en otro nombre que tu sueño evoca: / en él soy polvo y aire y muda roca”. Es decir, que lo suyo de ella es como lo suyo de él, una especie de amor platónico (cosa bien tonta y pasada de moda) o algo menos platónico y menos casto, pero igualmente no confesado abiertamente por ninguno de los dos (cosa más tonta todavía). ¿O qué? ¿Existe alguna otra posibilidad? En cualquiera de los casos, excepto en el primero de los citados, el verso final, “y decirte al oído que estoy vivo”, constituiría una tentativa casi desesperada de confesar a esta desconocida (que no sabemos si ha llegado a leer el soneto) la voluntad del profesor Loppo de establecer un primer contacto, o al menos de pedirle el número del móvil, fuera ya de la ficción literaria.
Mario Loppo, por tanto, resuelve traspasar el límite entre la realidad y el deseo, exponerse al inmisericorde escalpelo de la curiosidad pública, entregarse sin mayor resistencia a la voluntad de ser.
Hágase su voluntad.
Andrei Distrievich

4 comentarios:

Blancaneus dijo...

Sr. Distrievich, estoy totalmente de acuerdo con usted. Sin embargo tengo algunas dudas: Loppo esconde a alguien tras el tú del soneto, ¿entonces sabe quien es, puesto que lo esconde?. Hay un Quién que esconde a dos, los que están detrás de Mario y de ella, por lo tanto Mario esconde a mucha gente. Quizás lo que tendría que hacer Mario es besar a la "des-conocida"y descubrir así no sólo su nombre sino también su voluntad, la de él.

Ramón Sanz dijo...

Señora (o señor) "Blancaneus": son loables sus esfuerzos, como los de el Sr. Distrievich, por hacer que Mario Loppo cumpla con su voluntad y vaya por el mundo repartiendo, y quién sabe si recibiendo, amor. Sin embargo, yo no tengo aún ninguna evidencia de que Mario siga vivo, así que como no tengan una tabla de la ouija, veo muy difícil la consecución de sus deseos. Si conoce usted su paradero, o es capaz de ponerse en contacto con él, no dejaría de alegrarme, pese a la sorpresa, y le agradecería que me lo comunicara de inmediato.
Atentamente, su servidor:
Ramón Sanz

Blancaneus dijo...

Querido Ramón, se me hace raro que me trates de ud., pues ya la primera vez que te dirigiste a mí en tu blog lo hiciste de "tú". En esa ocasión comentabas que te sonaba haber leído sobre mí y que buscarías en los papeles de Mario. Ya he visto que sin éxito.
Yo creo que la formalidad en tu anterior comentario se debe a que el personaje de Distrievich se te ha colado en tu mente a deshora.
En cuanto a si Mario está vivo o no, lo está en mi corazón, y aunque supiera su paradero, no te lo diría, lo quiero sólo para mí.
Blancaneus.

Ramón Sanz dijo...

Tocado... Y hundido