domingo, 21 de septiembre de 2014

Diario de un seductor desconcertado, X: Mujeres de esas


¿Marzo de 2014?

[Continúo la reproducción de los fragmentos legibles de este Diario. Creo que, en esencia, he podido recuperar la narración completa; y si bien ya no representa de manera tan fiel el estilo de su autor como las muestras ofrecidas anteriormente, ayudará al menos a satisfacer la curiosidad acerca de esta historia cuyo desgraciado desenlace ya di a conocer en la última entrada:]

         Advertí desde el primer momento ciertas singularidades en mi atracción por Ana Red. Por motivos que me resultan algo imprecisos y cuya naturaleza psicológica –tal vez elemental− no acierto a comprender, despiertan mi curiosidad, a la vez que me ponen nervioso, las mujeres que responden a un modelo de feminidad construido conscientemente para su exposición al público: un aire ensimismado, conversación divertida e ingeniosa, provista de sutiles pero nunca pedantes sabidurías, ausencia total de prejuicios positivos o negativos sobre las relaciones humanas, cierto equilibrio entre las confesiones íntimas espontáneas y la privacidad más inexpugnable –o al menos la justa para alimentar una constante expectación– en lo que se refiere a determinados aspectos. Mujeres con un apetito erótico desmedido y desacomplejado pero con inesperados intersticios de fría abstinencia, episodios disciplinados por una impredecible ética sujeta a desconocidas condiciones. Mujeres que estimulan, en definitiva y pese a la primera impresión [...].
         [...] las codicien un número inconcebible de pretendientes, como decía, pero solo unos pocos advierten con exactitud sus deseos, sus inclinaciones más reservadas, el desprecio hacia el halago vulgar, las decepciones levemente encubiertas, los orígenes del engaño y la desconfianza.
         Probablemente sea una íntima tendencia a la excepción, además de cierta misoginia, la que alimente esa predilección mía por las mujeres alejadas de los estereotipos, de las conductas previsibles, típicamente femeninas: esas mujeres a las que uno, si abandona toda preocupación por las consecuencias, puede acercarse tal vez no con la fe de cumplir sus aspiraciones pero sí con la seguridad de escapar de las convenciones.
         [...]
         Esas mujeres pertenecen, en definitiva, a una categoría problemática. Se resisten a las definiciones, fluctúan entre la tentación analítica y la psicología dialéctica, entre la despreocupada alegría y una repentina amenaza de desgracia.
         [...] que mi talante conservador esquivara a esas mujeres porque se me hacía difícil ignorar la posibilidad del amor. Pero alguna vez encontraría a esa mujer, «a esa única que me diste en el viejo paraíso» como decía el viejo Rojas. Sería tal vez de una manera discreta, como los fortuitos saludos, hasta que incluso eso se acabó, entre Dante y Beatriz, o algo más aparatoso pero igualmente distante, como un avistamiento de ballenas. ¿Sentiría entonces el asombro infinito, el íntimo desmayo, el deseo inefable, los auténticos estremecimientos de la revelación? Inexplicablemente, tal vez ocurra todo justo al contrario. Es lo de menos: la simple posibilidad de plantear una hipótesis compensaría incluso la completa decepción [...].
         Ana Red reunía todas estas contradicciones y era sin duda una jovencita fascinante que [...] justo por ser ella también una excepción.

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