viernes, 13 de abril de 2012

Los Bor de Liré

Encontrarse con los Bor no es difícil, si uno conoce sus itinerarios habituales por Liré, y si se tiene la paciencia y disponibilidad necesarias para persistir en la persecución de sus pasos.

La panadería a la que me referí en Orillas del Loira, el mismo castillo de la Turmelière, la oficina de la Poste (los Bor tienen periodos de una actividad frenética por lo que se refiere a la correspondencia con lugares tan dispares, y casi exóticos, como Cracovia o Reus, por ejemplo), los idílicos caminos de Liré y alrededores son lugares propicios. Si uno, además, conoce la situación exacta de su domicilio, las probabilidades de encontrarlos, claro está, aumentarán considerablemente.

La residencia de los Bor se encuentra en una calle inclinada, tanto de subida como de bajada, de doble dirección prohibida (salvo para los residentes), en una gran casa que los Bor comparten con otros dos vecinos. En el buzón no pone “Bor”, sin embargo, y por eso puede hacerse un poco más complicado identificarla correctamente. Pero es una casa de pueblo, grande, visiblemente reformada, y que hace esquina. Además, si los Bor están en casa, podrán reconocerse fácilmente sus vehículos: un enorme utilitario con problemas de suspensión (cierto que eso solo se aprecia con el vehículo en marcha y si uno tiene ocasión de viajar en su interior, con un Bor al volante), y un coche más pequeño, con eventuales dificultades d encendido, de color rojo o verde o fucsia o tal vez blanco.

Si todos estas precisas referencias no bastaran, siempre se puede recurrir a su identificación mediante la descripción física de los Bor, que desgraciadamente falta en la presente nota, o estar muy atento a lo que pueda escucharse por las calles de Liré.

No. No es que todo el mundo en Liré se dedique a hablar de los Bor (tampoco es un tema tabú: en Francia, patria de la democracia moderna, puede hablarse con total libertad, o casi, de cualquier cosa); me refiero más bien a la manera característica que tienen los Bor de hablar entre ellos. Si escuchan una conversación similar a esta (que adapto, en la medida de lo posible, del inclasificable francés original), no tengan duda, han encontrado a los Bor:

– ¡Hola bor!
– ¡Hola bor meu[1]!
– ¿Que me bieres?
– Bada bía bas
– Tricutricutricu   tricutricutriiií
– ¿Qué cantas?
– No sé. Tricu tricu.
– ¿Qué te basa, bor?
– Tengo hambre.
– ¿Vamos a tomar una cerveza antes de cenar?
– Y sueño
– ¿Y un baseo bortito?
– Y frío
– Bueno bor meu, pues la cerveza en casa...
– ¡Kurwa[2]! No hay cerveza.
– Bero, ¿me bieres?
– Bada bía bas.

El observador poco ejercitado puede, es verdad, hacerse una idea inexacta de qué, de cómo, de quiénes sean los Bor, pero no podrá ignorar su presencia, no podrá desatender su ternura ni continuar su camino sin reflexionar, sin querer saber más de los Bor.


[1] En catalán en el original.
[2] En polaco en el original.

3 comentarios:

Daniel Recasens dijo...

Molt bor!

Blancaneus dijo...

¡Qué bornito!
Liré, el paisaje burcólico, el ambiente que se respira, el abor, el tierno diálogo...¿Qué se nos viene encima?

Pau Roig dijo...

Dan ganas de estar en Liré para conocer tanto bor
de tan extraordinario perfil