lunes, 9 de abril de 2012

No he de callar, por más que con el dedo...


Así empieza la conocida Epístola satírica y censoria de Francisco de Quevedo:

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Parece que, siglos después, no ha cambiado tanto el mundo. El premio Nobel Günter Grass ha cometido, una vez más, el error de denunciar la hipocresía y escribir la verdad. Lo ha hecho en un poema, sobre cuyo mérito artístico no puedo opinar porque no conozco el alemán, donde acusa de "fanfarrón" al presidente de Irán (sin que eso haya levantado protestas visibles en Occidente) y de incautos a sus ciudadanos, engañados por su gobierno. Acusa al gobierno de Israel (no a los judíos) de poner en peligro la paz mundial, dice que las armas nucleares (no los judíos) son malas, y que el sentimiento de culpa de Alemania por el holocausto judío puede conducir al nuevo error de colaborar en otras atrocidades, esta vez auspiciadas en parte por el gobierno de Israel (no por lo judíos).

Günter Grass no se equivoca. Quienes intentan acusarlo de antisemitismo o desautorizarlo al recordar que el escritor, cuando era apenas un adolescente, simpatizó con el régimen hitleriano reproducen la misma estrategia incesantemente repetida por tantos regímenes totalitarios. Haber sido víctima no exime de actuar como verdugo. Por eso, y porque también aquí no siempre resulta cómodo ni indoloro decir la verdad, quiero reproducir aquí el poema, traducido, de Günter Grass:

"Lo que hay que decir"

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.

Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.

Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?

El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.

Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.

¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.

¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.

Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.

Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.

Fuente | El país
Traducción de Miguel Sáenz. El texto original en alemán se publicó el 07.04.2012 en el diario Süddeutsche Zeitung.

1 comentario:

Blancaneus dijo...

Un niño al que le explicaran los hechos de manera imparcial, podría muy bien preguntar ¿por qué vigilan a uno (Irán) y no al otro (Israel). Sería ardua tarea responderle. Se podría empezar con el poema de Günter Grass, e ir tirando del hilo.
Estoy de acuerdo en que Günter Grass haya dicho lo que piensa.