Sé que mis palabras
parecerán irreverentes, incluso las que dedico al propio Daniel Calabrese, pero
no son más que un elogio por otros medios.
Tengo que confesarlo, de una
vez. Mis gustos poéticos van, creo que le pasa a todo el mundo, desde la
devoción hasta el aborrecimiento. Hay poetas que tengo en tanta estima que a
veces me cuesta admitir que escribieron también líneas que de ninguna manera
pueden justificarse. Hay otros que me gustan bastante, pero desde el primer
momento acepto sus defectos. Son los que me ofrecen mayor confianza a la hora
de hablar de ellos de una forma más crítica. Otros me son del todo
indiferentes. No me dicen nada, son anodinos pero no me resultan detestables.
El resto son los poetas cuya obra repugnante me lleva a evitar hablar de ellos,
salvo para contestar a quienes los intentan imponer a mi vista o mis oídos.
Cada uno tendrá, por
supuesto, su propia clasificación personal, pero todos hacemos lo mismo:
cualquier crítica que construimos viene a justificar nuestras propias
predilecciones y rechazos. Lo que quiere decir que hablar de los otros es en
realidad una forma de hablar de nosotros mismos.
El caso de Daniel Calabrese,
nacido en ese escenario de obras interminables que es Dolores, siempre me
desconcierta. Nunca he sabido decir si me gusta su poesía o me disgusta, pero
es seguro que no me deja indiferente. Dice, por ejemplo, hablando de la poesía,
cosas que me ponen nervioso, como su definición de que sea “una aventura
espiritual, así como el universo es una aventura del espíritu absoluto. El
artista quiere devolver el gesto de la creación, de esa manera se siente ligado
a los ciclos eternos”.
Es una forma de no decir
nada y, a la manera de los místicos, decirlo todo. Las vaguedades, de todas
formas, no se pueden discutir. Pero esa es su teoría. Veamos ahora su práctica,
sus “gestos de creación”.
Este poema, por ejemplo, me
parece algo adolescente, del todo ineficaz. Su forma es infantil y su mensaje
indeciso:
En
este lugar
Camino solo frente a los
vidrios
y dos luces me atraviesan.
Pienso en los padres de mi
cuerpo.
En la hija de mi cuerpo.
Camino, viajo, cruzo
y me atraviesan hondamente.
Pienso en el amor.
En los reflejos del corazón.
Una sombra está echada.
Una vida me lleva de los
pelos.
Detrás de la paredes sufro.
Detrás de las paredes
se está haciendo la muerte.
Pero ¿qué decir de este
otro? Su escritura parece igualmente desmañada, inacabada, pero sus palabras
inquietan y conmueven:
Silencio
de abril
No se oye ningún ruido
pero les juro, en el medio
de esta tierra desolada, una
bala
está pasando sobre mi
cabeza.
No se oye nada.
Si los ángeles tiemblan,
no se oye.
Si las paredes hablan,
no se oye.
Si la lluvia picotea
un cráneo reluciente,
no se oye.
¿Estaremos muertos en este
poema?
¿Muertos, es decir,
libres de la muerte?
Y un último poema. Tal vez
uno de los que mejor representan todos los vicios de Calabrese: el desorden, la
inconexión, la afectada trivialidad, la facilidad. Y sin embargo, me gusta, me
gusta mucho, y no sé decir por qué. Tal vez por trabajar con un conjunto de
materiales comunes para acabar construyendo un texto con una fuerte impronta
personal. Eso es, en fin, la poesía, y definitivamente Daniel Calabrese la
escribe muy bien:
Escritura
en un ladrillo
¿Qué hemos escrito que lo
cambie todo?
Hemos puesto los navíos
a agitarse en el océano,
y eran las luces el agua,
el sol aquella piedra con
metal.
En ese barco bebía un
capitán
la espuma silenciosa de las
horas
y, tal vez, llegaba tarde el
sueño cada noche.
Hemos dicho que la dársena
escondía una sirena
entre los hierros carcomidos
por la sal,
pensamos en el frío,
en la luna desgarrada por
las grúas.
¿Creamos los fantasmas de
humedad en la pared?
Es cierto, el cielo ha sido
bestial
este año con los ciegos y
ambulantes,
pero ¿qué hemos escrito que
lo cambie todo?
Daniel Calabrese (Imagen:
http://www.festivalpoesianicaragua.com)
5 comentarios:
Me'l quedo,
El primer m'ha remogut i el segon m'ha fet aixecar!
"Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando.
Cuanto miren los ojos creado sea
Y el alma del oyente quede
temblando".)
¡Y yo que creía que Blancaneus se había marchado! Mira por dónde, y coincidiendo con la reanudación del curso, reaparece, ¡y de la mano de Huidobro, otro experto en fugas!
Curioso también, por otra parte, que Andrei Distrievich esté por la Argentina y que Blancaneus nos venga con versos chilenos.
Huérfana de maestro y
con una conciencia artística
que me corroe,
no tengo más remedio que utilizar
el veso libre.
Sin estructura formal
sin recursos estilísticos
sin saber qué límites son los que
marcan la métrica de la Vida.
Hallo consuelo en
la lectura al azar
de poemas que me hablan.
Cualquier día
me vuelvo a fugar.
quise decir:
el verso libre
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