lunes, 21 de enero de 2013

Como árboles

Los afanes son engaños, vano el arnés y vana la porfía del hombre, cuyo término es un día.

Sí, si pensamos hacia el porvenir, que nos niega la esperanza y el propósito. Por eso, al llegar a cierta edad –pongamos que hablo de los cuarenta–, uno empieza mirar también hacia atrás, y lo hace cada vez con más frecuencia conforme pasan los años. Allí, en el pasado, está el sentido, también los errores y los fracasos y, paradójicamente, la esperanza.
 



Sólo somos como árboles
cuando el deseo ha muerto.
Entonces recordamos
que diciembre trae en sí la primavera.
Y desnudos, hermosos,
quedamos largamente a su espera.

(de Los manos y los frutos)
Eugenio de Andrade
(Traducción de Pilar Vazquez Cuesta)

  
Somos como árvores
só quando o desejo ó morto.
Só então nos lembramos
que Dezembro traz em si a primavera.
Só então, belos e despidos,
ficamos longamente à sua espera.

(As Mãos e os Frutos)




Si eso es verdad, y si cuando un amigo nos deja a solas con el tiempo nos queda un recuerdo de qué fuimos juntos, de los pasos que dimos juntos, de las nuevas primaveras que esperamos juntos, entonces yo quiero seguir esperando todavía, porque esperar me permite recordar todo eso, y porque esperar es un atisbo de la eternidad.

Así tu muerte no me abruma de rendición y desamparo, así las cosas que dijiste no son entregadas a la disolución ni la memoria queda sepultada bajo el mármol. Así también rehúyo la lástima y la ira y no profano tu silencio, el silencio definitivo que nos justifica, como estas líneas que ya no escribo, ahora que empiezo a entender el idioma que tú hablas ahora.

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