sábado, 11 de febrero de 2012

Eternamente nunca

De nuevo traigo un poema antiguo de Mario Loppo, en este caso sin fecha pero con rasgos, casi adolescentes, que permiten aventurar una fecha de composición muy temprana. Así, se observa por ejemplo el uso abusivo de la anáfora, recurso del que el Mario Loppo que yo conocí prácticamente abominaba, salvo en contadas excepciones, o el eco del conocido tópico de la donna angelicata, todo en un poema bastante ingenuo que canta una especie de amor platónico, no sin cierta desesperación contenida:

                        Si todo fuera espejo

Si me escucharas mientras hablo de ti, en voz baja,
temiendo que tu nombre se me acabe en los labios,
con algún buen amigo que comparte conmigo
que el destino es extraño, y bebe, y calla,
si me vieras andando por la playa desierta,
dibujando tu ausencia sobre la arena antigua,
hundiendo mi memoria entre las olas
para olvidar mi cara, mis pasos, mis errores,
si dijeras mi nombre como yo digo el tuyo,
si viésemos nacer juntos el alba,
todo en el aire inmóvil, acabado, perfecto
bajo el arco de luz de tu presencia,
si fuésemos tan solo la aguja detenida
de un reloj, y las horas no importasen,
hasta olvidar haber nacido alguna vez,
si todo fuera espejo, imagen infinita
de una misma emoción, de un mismo fuego,
todo sería exacto, como el preciso número
de siglos y de seres que hasta aquí nos conducen.

Pero si no me oyeras nunca,
si por siempre mis huellas se borrasen
y ya no hubiese nombres
ni amanecer, y si en el aire
no flotara una nube ni un pájaro volase
ni quedase otro día
que el tiempo oscuro y húmedo que hay al final del tiempo,
si el fuego fuera ya sólo ceniza
y el alma un largo corredor de espejos rotos,
entonces, que haya un cielo
para que tú cuentes los pájaros,
que para ti suene la música,
y el pulso de las olas y la espuma,
que para ti haya tiempo y esperanza.

Déjame a mí escribiendo este poema,
una vez y otra vez, eternamente nunca.
(Mario Loppo)

1 comentario:

Blancaneus dijo...

En el alba nos encontramos y cada día amanecía, y aun cuando el fuego se convirtió en ceniza, fuimos eternamente siempre.