sábado, 2 de noviembre de 2013

Guillermo Bianchi


Desde su voluntario exilio suramericano, Andrei me envía esta nueva nota y una pequeña antología de un poeta argentino del que no tengo otra noticia que la que me ofrece mi amigo. Al leer sus líneas, advierto que nuestra poesía (en todas las lenguas) es tan extremadamente manierista y ensimismada que parece que no nos separe solo un océano sino todo un siglo en el que aún no hemos entrado:

Unas notas sobre Guillermo Bianchi, por Andrei Distrievich

Poco sé decir de Guillermo Bianchi. Que nació en la ciudad de Buenos Aires en 1970. Que ha ganado y ha sido finalista de varios premios de poesía. Que publicó el año pasado el libro de poesías La luz de los vencidos (Enigma Editores, 2012). Que acabo de leer ese libro.



         Para Laura Yasan, autora del prólogo, el libro «transita una poética de un fino clasicismo que explora lenguajes coloquiales en tono de confidencia [...] y también caminos alternativos de ruptura y experimentación». Los rasgos experimentales a que Laura Yasan se refiere son de naturaleza lingüística sobre todo, como la incorporación de algunos neologismos y también algunas construcciones sintácticas desacostumbradas, y favorecidas la mayor parte de las veces por la ausencia de puntuación. En cuanto al «fino clasicismo» notado por la prologuista, es una afirmación poco argumentada aunque evidente incluso en una lectura superficial del libro: una equilibrada combinación de versos cortos y largos, que nunca llegan al versículo porque se someten a laxos pero suficientes requisitos métricos (abundan los endecasílabos, heptasílabos, alejandrinos y versos afines), la tendencia a la brevedad en los poemas y a la contención en la expresión.

         Lo mejor de La luz de los vencidos –como si lo dicho no fuera ya más que suficiente– es su cercanía, su equilibrio (pese a la gesticulación romántica de algunos de sus poemas, como «Orfandad» y «Objetos varios», que copio abajo) entre la transcendencia y el decir cotidiano y personal, su retórica casi coloquial (Guillermo Bianchi frecuenta la antítesis, los paralelismos y la anáfora, bases de la poesía popular) y su léxico sencillo pero a la vez cargado de significaciones a veces insólitas en el poema, sin llegar más que a un mesurado surrealismo –en el poema «El orden de las cosas», por ejemplo–, al alcance de cualquier lector de poesía.

         En cuanto a los temas, aunque la propia poesía, el paso del tiempo y el recuerdo de lo perdido –el tono elegíaco es frecuente– aparecen con insistencia, el amor es el que domina, un amor acabado, el de "los vencidos", que persiste aún, sin embargo, con una luz que ilumina algunas líneas y oscurece otras, convirtiendo cada poema en un juego de claroscuros hasta su final, desesperado a veces (un amor como una cuerda que "repentinamente / se enredó en mi garganta") y animoso otras ("todas las realidades me parecen ficticias /  todas las utopías me resultan posibles”).

El orden de las cosas

los muros los escombros me transmiten recuerdos
obedezco al lenguaje del cristal que trepida
respondo al juramento desleal del relámpago
la simple observación de una canilla
me provoca un intenso sentimiento de ahogo
el fuego vaticina mi futura memoria
los relojes me llevan de modo inevitable
a treparme a la copa de los árboles
para lanzar mi aullido a la intemperie
toda consternación me pertenece
toda felicidad me contradice
el silencio lastima mis oídos
contemplo horrorizado la belleza del día
y persigo a mi sombra para no despistarme
soy el ojo que rige mis bruscas mutaciones
el barco que establece sus propias tempestades
todas las realidades me parecen ficticias
todas las utopías me resultan posibles.


Mar adentro

el mar toda una vida a la intemperie
toda una vida el corazón cerrado
al no ser mar qué breve la mención de tu nombre
yo que nunca lloré bajo una nube
ni recorrí las costas del espanto
te hago cárcel de mí labio a mi copa
en un mundo que goza desenterrando espadas
rodeándome de perros la memoria
el mar respira en vos y es como un rezo
como una crisis que jamás descansa
y no te haré saber qué interminable
qué árido terreno transita el que no duerme
el que profana tumbas buscando su cadáver
el que flota en las aguas del dolor y la culpa
yo soy un rumbo aparte
el mar me condiciona a tu paisaje
y la noche me busca vivo o muerto.


Conclusiones

este amor que no empuño ni reclamo
este deseo que resguardo en vos
como una medallita de la suerte
este amor de sonámbulos y espías
de aliento contenido
de sangre en movimiento
una sombra pegada a la pared
trepando por la furia del espejo
amor que no es abrigo
ni sábana
ni oxígeno
sino una cuerda
que intenté sujetar
para no ahogarme
y repentinamente
se enredó en mi garganta.


Orfandad

hace noches que arrastro este cadáver
hemos bebido juntos del furor y la bruma
hemos acariciado la muerte a contrapelo
aliviado el dolor en madrigueras
donde la realidad pasa de largo
un ala negra sobre el cielo puro
batiendo contra el pecho
su avidez de relámpago

casa por casa fuimos
a derramar la hiel de nuestra angustia
hemos visto la calle sin ventanas
donde van a besarse los suicidas
antes de transformarse en certidumbre
hemos amanecido con un tiro en la frente
y un puñal escondido en la garganta

hace noches que intento abandonarlo
envolverlo en mi abrigo
y acostarlo en su espanto
como quien deja a un niño
                                          a los pies de una iglesia.


Objetos varios

En cuánto ardor ardí de puro tigre
cómo fui piedra cómo explosión de vos y no te odié.

¿Qué noche  qué prisión no he contenido?
cuánta tersura sabe la memoria del tacto
cuánto ahínco la llave del deseo
que me volvía perro entre los perros
continuación de vos  bruta herramienta.

¿Qué diente no me atina
qué enemigo no he visto en cada espejo?
yo talismán  yo néctar  yo carnada
para la red voraz de tu apetito
acéfalos tus labios  más soplo reclamaban
más huella  más renuncia  más prodigio
cómo fui viento cómo región de vos y no te odié.

¿Qué acero  qué fantasma no me hiere?
yo carne  yo derrumbe  yo testigo
del odio abandonado en su dilema
del amor enterrado en su proeza.




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